Biodanza te ayuda a hacer cambios en tu vida. Por Paula Ferrer-Sama

¿Te gusta el sitio en el que vives? ¿Te llevas bien con las personas que viven contigo? ¿Tu trabajo te representa?

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Antes de doctorarme en pedagogía pasé unos años en la carrera de Biológicas

Estudiar el mundo animal siempre me ha resultado fascinante, desde que era pequeña y mi padre (que quería ser guardabosques en lugar de abogado) me enseñó a amar todos los bichitos del jardín.

Mi padre comenzó a enfermar cuando yo tenía 9 años, con problemas cardiovasculares que se fueron complicando en otras patologías, hasta que nos dejó, justo antes de la pandemia.

Siempre he pensado que uno de los motivos por los que mi padre enfermó fue (además de la genética y algunos malos hábitos) que el trabajo que desempeño durante toda su vida no era coherente con sus deseos. Durante 8 horas al día, todos los días de su existencia de adulto, estuvo desempeñando tareas que no le gustaba hacer, le aburrían o estresaban, y en un ambiente hostil que nada tenía que ver con su forma de ser.

Si mi padre hubiera actuado como las amebas, habría sido más feliz, y probablemente más sano.

Una ameba es un organismo que solo tiene una célula rodeada de cilios, unos pelitos que le ayudan a detectar el ph del medio en el que vive y a desplazarse cuando el medio se vuelve demasiado ácido para desarrollarse favorablemente. Cuando el medio se vuelve letal y no se puede desplazar, su membrana se endurece y la ameba se queda latente, en forma de bola, hasta que el medio cambia.

La ameba no tiene sistema nervioso, no piensa y no tiene emociones, pero sabe cuidar perfectamente de sí misma.

Yo aprendí mucho de mi padre, y también de la ameba.

He hecho muchos cambios en mis 51 años de vida, de hecho, siempre que alguien me pregunta ¿Cómo estás? mi respuesta es: en transición.

Debido a mi TDAH, los primeros cambios en mi vida se debían a respuestas automáticas al entorno, dejándome llevar por las circunstancias y por mi propia impulsividad.

Pero ahora, soy más consciente de lo que necesito. Escucho atentamente los cambios de mi cuerpo que me indican cuándo algo no me sienta bien. Estoy más atenta a mi entorno y presto más atención a lo que ocurre fuera. Me doy cuenta a tiempo de cual es mi emoción para regularla como necesito.

Mindfulness me ha ayudado a darme cuenta de todo esto, pero la hoja de ruta que me ha guiado en esa observación fueron las 3 preguntas que mi maestra en biodanza, Maite Bernardelle, me hizo al inicio de la formación, las 3 preguntas de la biodanza:

¿Dónde vives? ¿Con quién vives? ¿En qué trabajas?

Desde que ella me hizo esas 3 preguntas, este organismo pluricelular que soy yo, que piensa, siente y actúa, ha cambiado de casa, compañías y trabajo hasta que ha encontrado su sitio, y ahora es más feliz y más saludable.

Hice como la ameba. Detecté en el medio aquello que no me hacía bien y comencé a hacer cambios.

En el modelo teórico de biodanza, los factores ambientales (los estímulos del mundo que te rodea), los llamamos ecofactores, y pueden ser positivos o negativos, en función de lo que generan en ti: salud o enfermedad física y mental.

El proceso de transformación personal hacia la salud, que se produce cuando cambias los ecofactores negativos por positivos, lo llamamos transtasis.

Hacer biodanza es un ecofactor positivo, porque en una clase puedes experimentar todo el bienestar que tú, como ser humano, estás abierto a recibir, si te quitas todas las corazas que no te pertenecen.

Te invito a que tú también aprendas a detectar cuando el ambiente se está volviendo demasiado tóxico para ti, que te atrevas a ser ameba, y te muevas. Que cambies tus ecofactores negativos por otros positivos para ti.

Te animo a que experimentes en biodanza como se siente uno cuando se siente bien, que la música te conecte con lo que te pide el cuerpo, y que una clase tras otra, puedas hacer tu transtasis hacia una vida más saludable.


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