Biodanza, el arte de la expresión corporal para ayudar a los enfermos de alzhéimer
Articulo publicado en la revista Hola el 18/2/2019.
¿Qué es la Biodanza?
Esperanza Llanera, facilitadora de biodanza y osteópata, nos ha acercado a la definición real de una gran desconocida para muchos de nosotros: «La biodanza es un sistema de integración humana, de renovación orgánica y de reaprendizaje de lo esencial en conexión con nuestro instinto. Trata sobre todo de reeducarnos afectivamente, renovarnos orgánicamente y que entendamos nuestro poder personal y grupal». Una definición en la que la música y la danza juegan, como asegura nuestra experta, un papel fundamental: «La música y el movimiento son esenciales en esta disciplina ya que ambos son de los primeros poderes en los que se apoya esta terapia. La música es la vía regia para conectar con el inconsciente, el movimiento para conectar con lo que contiene nuestro ser. Se busca un movimiento pleno de sentido para trasladarlo a la vida».
Dolencias clínicas
Un ejercicio físico y personal que, además de mejorar el día a día de cualquier ser humano, también se ha convertido en una importante herramienta para muchas enfermedades crónicas e incluso degenerativas: «Es una perfecta ayuda para dolencias de índole clínica. Rolando Toro, descubridor de la biodanza, realizó los primeros ensayos en la investigación de la misma en una clínica psiquiátrica. Luego se trasladó a la persona media sin enfermedad mental, latente pero no desarrollada. Se crea después la biodanza clínica que es la terapéutica, la que conocemos más y de la que se sirven los psiquiatras, psicólogos y facilitadores para mejorar determinados males».
La biodanza en el Alzhéimer
Una de estas enfermedades es el alzhéimer, una dolencia para la que se está demostrando que la biodanza tiene una importante y beneficiosa aplicación: «Existen extensiones específicas de esta terapia para personas con Síndrome de Down, para personas invidentes y para otros tipos de casos especiales. En el caso del alzhéimer es muy relevante ya que, por ejemplo, se sabe que el sistema nervioso está reflejado en nuestra piel y, por ejemplo, cuando se aplica el ejercicio de la caricia afectiva, las personas experimentan una mejora en su neurofisiología mental que les hace sentirse queridos, respetados, amados, regulando el sistema simpático y parasimpático del cerebro, lo que nos activa y nos relaja…».
Un gran avance que, sin embargo, todavía está comenzando a dar sus primeros pasos y que, según Esperanza, precisaría de mucho más reconocimiento: «Queda mucho por hacer a la hora de integrar este tipo de sistemas y terapias aplicadas a dolencias físicas o cerebrales, alzhéimer, fibromialgia… Hay muchas asociaciones que están obteniendo grandes resultados con la aplicación de estos ejercicios en casos de enfermedad, ya que se consigue interconectar el pensamiento, emociones y darnos cuenta de que estamos disociados por casos, por ejemplo, de estrés».
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