BIODANZA. APOLOGIA DE LA TERNURA. Enrique Monís

Decía Rilke que cuanto más sinceros y subjetivos fuéramos, cuando nuestra visión fuera más auténtica y única, más universal sería. He tratado de cumplir todas estas condiciones a la hora de describir  mi vivencia con la biodanza.

Todos los que acudimos a biodanza, lo sepamos o no,  hacemos un pacto no declarado, un pacto silencioso. Creamos deliberadamente un espacio y un tiempo, a ese espacio y a ese tiempo le atribuimos unas leyes, unas leyes que se acaban cumpliendo. Esas leyes son las de la ternura.

La ternura de acoger todas las emociones que allí se presenten, sean las que sean. La ternura del no juicio. La ternura de no dar nada por hecho, la ternura de vivir lo siempre nuevo. La ternura de escuchar sin sacar conclusiones, de escuchar y seguir escuchando. La ternura de sentir al que siente. La ternura de conquistar nuestra intimidad.

Se dice que un buen maestro es el que te enseña sin que te des cuenta .La biodanza es ese maestro que te enseña muchísimas cosas sin que te des cuenta. Aprendizajes que te apropias, que los haces tuyos, que acaban formando parte de ti; Este es precisamente el éxito de la biodanza: hacer lo conveniente y ocultar su virtud.

La biodanza nos enseña, con ejemplos vivos, a poder hacer la digestión emocional. La indigestión emocional  genera la mayor parte de las enfermedades de nuestra cultura. Una digestión necesaria para poder estar sanos y dejar  espacio a las nuevas vivencias.

La biodanza es una escuela para perder el miedo, el miedo a sentir. El miedo se encuentra en el polo opuesto al amor. Un gran sabio indio dijo: «Usted es el Amor Mismo cuando no tiene miedo». De lo que deducimos que la biodanza es básicamente una escuela de Amor.

La biodanza te ayuda a dar ese paso decisivo ese Gran Paso: pasar del  amor condicional (yo y lo mío) al amor incondicional o también llamado amor impersonal.

Entrar en una sesión de biodanza es entrar en el salón de los espejos, donde todos nos vemos reflejados en todos. Lo queramos o no, lo entendamos o no. Estos espejos nos devuelven todos los aspectos, conductas, emociones que nos faltaban, que estaban fuera de nuestro catálogo, para poder integrar esa gran imagen que somos nosotros mismos.

La biodanza nos invita, nos sugiere, nos seduce a ir siempre  más allá de los intereses de nuestro ego (yo y lo mío). Podemos citar a aquel psicólogo de Berkeley que hizo un maravilloso descubrimiento: «más allá del ego, todo es universo».

Uno de los objetivos primordiales de la biodanza es la conquista de la intimidad. Una intimidad que nos devuelve el recuerdo de Sí. Ese recuerdo que rescata nuestra verdadera Identidad .Ese recuerdo que nos susurra al oído el Propósito con el que vinimos a este planeta. Un susurro que nos desvela nuestras verdaderas Capacidades para poderlo llevar a cabo.

 Hoy en día no hay nada más subversivo que invitar a las personas a que conquisten su intimidad. Una persona que reconoce su verdadera Identidad, Capacidad y Propósito no se va a dejar enredar de ningún modo por las promesas políticas. Como decía aquella canción: «a la gente no le gusta que… cada uno tenga su propia fe».

Si la biodanza tuviera una fragancia sería la del champán dorado en plena burbuja. Sería la fragancia de la Celebración, la Celebración de la alegría de existir… sobran las palabras.

Cuando le preguntaron a Ramana Maharsi como se podía distinguir un camino verdadero de uno falso contestó: el camino falso te llena de orgullo, el camino verdadero te llena de agradecimiento. Eso es precisamente lo que deja en mí la biodanza, un gran agradecimiento.


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